lunes, 22 de marzo de 2010

La competitiva economía alemana es la migraña de Grecia, España e Irlanda

Por: Brian Balckstone

FRÁNCFORT—Grecia y el resto de las economías europeas en la sala de cuidados intensivos afrontan una amenaza que no pueden resolver mediante un recorte del gasto público o un alza de los impuestos la pérdida de competitividad. A los ojos de esos países, el villano es Alemania —la mayor economía de la zona euro—, que en los últimos años también se ha vuelto la más competitiva. Alemania hace más difícil que sus vecinos compitan para vender sus bienes y servicios tanto en el mercado interno como en el exterior, un factor que, a su vez, afecta su capacidad para reducir su endeudamiento.


Es cierto que los salarios alemanes son elevados, pero una productividad aun más alta significa que es relativamente barato contratar empleados y producir bienes manufacturados de alta calidad en Alemania, incluso comparados con Grecia, Portugal o España, países que tradicionalmente han tenido costos menores. “La competitividad es el factor clave en todo este debate” sobre las finanzas fiscales, afirma Peter Jungen, presidente de la junta directiva de Peter Jungen Holding GmbH, una firma especializada en inversiones en nuevas compañías, y presidente del Centro sobre Capitalismo y Sociedad de la Universidad de Columbia.

Christine Lagarde, la ministra de Finanzas de Francia, causó revuelo en Europa la semana pasada cuando cuestionó abiertamente el modelo exportador alemán y sugirió que el país evaluara políticas para fortalecer la demanda interna. “Es obvio que Alemania ha hecho un trabajo excelente en los últimos 10 años más o menos, mejorando la competitividad, poniendo mucha presión en sus costos laborales… No estoy segura de que sea un modelo sostenible a largo plazo y para todo el grupo de países”, indicó Lagarde en una entrevista con el periódico Financial Times.

Al mantener un estricto control sobre los costos laborales, las exportaciones alemanas pueden competir en precio a pesar de la fortaleza del euro. Pero esto se produce a costa de la cuota de mercado de otros países de la zona euro, afirman los críticos. Mientras Alemania logró un excedente comercial de 136.000 millones de euros (US$185.000 millones) el año pasado, España, Grecia y Portugal registraron déficits considerables. La reacción de Alemania no se hizo esperar.

El ministro de Economía, Rainer Bruederle, calificó de “injustas” las críticas en circunstancias en que otros países habían “vivido por encima de sus medios y descuidado su competitividad”. Hay tres maneras para que los países aumenten el atractivo internacional de sus productos: controlar el crecimiento de los costos laborales, mejorar la productividad y devaluar sus divisas. La última opción no está disponible para la zona euro al tener una moneda única que sigue estando, teniendo en cuenta varios indicadores, sobrevaluada. Y las dos primeras, si bien ayudan con el paso del tiempo, implican sacrificios económicos durante años.


Alemania ya pasó por este proceso. Enfrentada al colapso de la burbuja tecnológica hace diez años y la competencia de los países de bajos costos de
Europa del Este, las empresas alemanas recortaron el crecimiento salarial mientras el gobierno impuso estrictas políticas dirigidas a reducir el desempleo a largo plazo. La estrategia funcionó. Según la Comisión Europa, desde el lanzamiento del euro en 1999, los costos laborales por unidad de producción en Alemania han caído alrededor de 15%. Por el contrario, estos costos subieron 3,5% en Grecia, 10% en España y 13% en Irlanda y Portugal durante el mismo período.

Esto no quiere decir que los trabajadores alemanes son baratos. Los salarios y prestaciones en el sector manufacturero están entre los más altos de Europa, a unos 34 euros (US$46) por hora, según el Instituto de Economía Alemana. Los de Grecia son la mitad y los de Portugal incluso inferiores. Pero estos países perdieron terreno porque la productividad en Alemania subió mucho más rápido que en la mayor parte de Europa del sur, es decir, las compañías alemanas pueden producir más por menos. “Hay que alinear los salarios con los aumentos de productividad”, afirma Michael Hesse, economista jefe de Allianz SE.

Los países europeos en apuros tienen que hacer mucho más que restringir los costos laborales, afirman los economistas. España debe encontrar nuevas fuentes de crecimiento para reemplazar la burbuja de bienes raíces que impulsó la economía —a la postre en forma insostenible— en los últimos diez años. Irlanda se las tendrá que arreglar con las menores contribuciones de las industrias inmobiliaria y financiera. Por su parte, Grecia tiene que recortar el número de puestos de trabajo y los salarios del sector público. Hasta que esto ocurra, el crecimiento será muy lento, como lo demuestran los altos niveles de desempleo en los tres países. Esto tiene un gran efecto en los presupuestos gubernamentales.
Las reducciones de gastos y las alzas de impuestos, especialmente en Irlanda y Grecia, han recibido el apoyo de funcionarios europeos. El objetivo es reducir los déficits de dos dígitos como porcentaje del PIB a un nivel inferior a 3% del PIB en sólo tres años. Pero hay un problema: no servirán de mucho a menos que las economías crezcan, lo que aportaría más ingresos tributarios y reduciría la presión sobre el gasto social.

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