lunes, 22 de marzo de 2010

La crisis griega enfría el atractivo de la zona euro. Su crisis de deuda hace que el bloque se replantee la expansión; Europa del Este no tiene prisa

Por: Brian Balckstone


FRANCFORT—La crisis griega de deuda ha modificado las expectativas sobre la zona euro: por un lado, los países que comparten la divisa común europea observan con recelo la posible incorporación de nuevos miembros; y por el otro, algunos se cuestionan si vale la pena unirse al grupo.

Los líderes europeos tenían desde hace tiempo una visión de una región con una sola divisa que se expandiría gradualmente hasta incluir a los antiguos países comunistas de Europa del Este. Esta expansión, dijeron, le permitiría a la UE beneficiarse por completo de su unión económica. Muchos países en el umbral de la eurozona de 16 países han sufrido una profunda recesión y crecientes déficits presupuestarios debido a la crisis financiera mundial. Tres de ellos han tenido que pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional.

Los candidatos son Polonia, los países bálticos, la República Checa, Bulgaria, Hungría y Rumania. Como condición para unirse a la UE, todos deben comprometerse a adoptar el euro, si bien no existe una fecha específica para unirse. En un principio, se esperaba que los países bálticos —que crecieron rápidamente en los años previos a la crisis financiera— se incorporaran pronto, pero ahora atraviesan dificultades.

Hace tan sólo 18 meses, Polonia tenía planeado unirse al euro para 2011, pero hoy en día incluso los más optimistas admiten que podrían pasar años hasta que el país adopte la divisa común. Unirse a la zona euro demasiado pronto, antes de que converjan las economías y los estándares de vida, “es contraproducente y peligroso para (los candidatos a la adhesión) y a todo el bloque, ya que la divisa está perdiendo credibilidad”, afirma Jean-Pierre Patat, ex director de relaciones internacionales del Banco de Francia. Grecia “dejará cicatrices”, añade.

Las economías de los países del Este siguen siendo demasiado frágiles para ser incluidas en la divisa común, incluso si consiguen cumplir los requisitos de entrada sobre deuda y déficit, afirman quienes se oponen a una rápida expansión de la UE. Para la zona euro, las posibles recompensas de una ampliación —pero también la mayor incertidumbre— se encuentran en Polonia. Con una población de 38 millones, Polonia sería la quinta o sexta mayor economía de los países vinculados al euro.

El presidente del banco central polaco, Slawomir Skrzypek, describió recientemente la divisa nacional, el zloty, como un “un amortiguador muy bueno”. Funcionarios polacos afirman que unirse al euro sigue siendo una meta, pero enfatizan que primero debe producirse una reestructuración económica, un proceso que puede llevar años. Además, para ello es imprescindible reducir el déficit fiscal y la inflación, ambos muy por encima de los límites para entrar en el bloque. Impulsado por las sólidas exportaciones, el Producto Interno Bruto de Polonia fue a contracorriente de la débil tendencia en Europa en el cuarto trimestre, al crecer a una tasa anualizada de 4,9%.

En contraste, el PIB de la UE aumentó a un ritmo de 0,4% entre octubre y diciembre. “A menos que hagamos profundas reformas en política fiscal, y en los mercados laboral y de bienes… es muy difícil justificar una entrada a la zona euro”, afirma Pawel Kowalewski, director de la oficina de integración de la zona euro del banco central polaco. Mientras tanto, el apoyo popular a la adhesión en los países candidatos se ha enfriado.

Cuatro de cada diez participantes en una encuesta de la Comisión Europea quieren que el ingreso de Polonia a la unión monetaria se realice lo más tarde posible, más del doble de quienes desean una pronta admisión. En la República Checa, casi el 50% prefiere esperar. El vicegobernador del banco central checo, Miroslav Singer, dijo que “la zona euro tendrá que resolver los problemas causados por la situación fiscal en Grecia y posiblemente en otros países antes de que la República Checa comience a considerar los pasos para entrar en la eurozona”.


Para algunos, los problemas de Grecia ponen de manifiesto los beneficios de una moneda independiente fuera del euro que se pueda depreciar en épocas malas y permita impulsar las exportaciones. Aun así, para la mayoría de los países, la promesa de una divisa estable, bajas tasas de interés y acceso ilimitado al segundo mercado más grande del mundo supera con creces las grietas dejadas al descubierto por Grecia. Letonia, cuya caída aproximada del PIB de 25% desde que empezó la crisis es una de las mayores del mundo, sigue determinada a adherirse al euro a pesar de los problemas de Grecia, incluso cuando su tasa de cambio con paridad con el euro causa fuertes caídas de los salarios y de los precios.
Los conflictos han sacudido al país, después de que su mayor partido político se retirara de una coalición gubernamental esta semana, ante las discrepancias sobre cómo enfrentar la recesión. Funcionarios del gobierno y el banco central aseguran que la lección que hay que aprender de Grecia es que la membresía a la zona euro por sí sola no puede borrar los problemas estructurales subyacentes de un país, tales como una productividad baja.

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